A pesar de sentirnos ya muy entrados en el siglo XXI, el capitalismo ha desactivado una característica propia de la mente humana: el discernimiento entre las múltiples dimensiones engarzadas de los procesos sociales en los que vivimos. La narrativa del capital ha sido la de la eternidad y esencia natural, por ello es que para mantenerse a salvo requiere que los agentes económicos que la viven solo observen una sola dimensión: la de la circulación mercantil. Es decir, lo que vemos es una serie de movimientos exteriores de la realidad social: mercancías en grandes contenedores en barcos transatlánticos o noticias financieras de una corrida de capitales de la Bolsa de New York a la de Shangai.
Desde este imaginario uni-dimensional solo se observa la "economía" como un asunto de negocios, de costos y beneficios. Desde esta óptica, el mercado mundial es como un juego de tenis de alto nivel, en los que el plusvalor (la pelota) va de un lado de la cancha a la otra mientras la mayoría de la población solo podemos comprar un boleto para ser espectador, a lo mucho con la diferencia de sentarse en primera fila o en gayola, pero espectador al fin. Dicho de otra manera, esta uni-dimensión oculta que el único movimiento del que somos conscientes es el de este circuito exterior de repartición de ganancias, pero oculta la forma en la cual esto se constituye como tal, es decir, se oculta la esfera de la producción.
Esta esfera no debe considerarse como lo que sucede "dentro de las fábricas" sino sobre el sentido general e integral de la disposición de todas las partes en torno a su unidad, no se trata de cómo se producen las mercancías, sino cómo es que el humano se produce y reproduce mediante el tiempo de trabajo colectivo. Esta pregunta inaugurada por la economía política fue llevada al extremo crítico en voz de Karl Marx quien, a través de sus categorías, develó la dramática realidad de lo oculto: la explotación sistemática y normalizada para alimentar la concentración y centralización de los resultados del proceso productivo social en pocas manos.
Este es el problema de la producción, que no se olvide. La problemática de la circulación es importante, sin duda, pero siempre y cuando quede claro que es una manifestación de la esfera de la producción. Así como nos queda claro que la luz de la Luna no le es propia sino reflejo del Sol, la circulación solo es reflejo de la dinámica en la esfera de la producción.
En suma, la arquitectura del sistema económico es dual, la circulación nos aparece clarividente, no así la producción. Esta separación material implica que para conocer dichos procesos en su unidad es necesario generar una serie de reglas para dar cuenta de las relaciones internas y externas, propiedades y formas de desarrollo de la esfera económica entre ambas esferas, pero sobre todo para seguir avanzando en el desarrollo de las mismas hasta que sean develados los límites que habrán de ser superados en el futuro próximo. La conciencia anatómica y micrológica de la dualidad de la realidad económica ofrecerá claridad para la acción política transformadora.
Conocer la producción significa comprender el ADN del organismo social económico que se expresa mediante su circulación, con ello se develan los secretos de la extrema concentración de riqueza y empobrecimiento generalizado.