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El Nigromante

La visión hacia el Siglo XXI

Foto del escritorOscar Rojas

Consumo de existencia (acopio social)

Una de las formas en las cuales se puede comprender el espíritu del capital es el vaciamiento de sentido y contenido de la acción humana. Se trata de la vieja discusión entre los dos elementos fundamentales de toda mercancía: contiene un valor de uso y un valor de cambio. El primero se relaciona con la energía histórica y cultural de un tipo de consumo para el desarrollo del proceso vital humano, el segundo se trata de un tipo de intercambio que permite el desarrollo del proceso de enriquecimiento de los capitalistas. El capitalismo impone, con ello, el reinado del valor de cambio sobre el valor de uso, lo desaparece, lo reconfigura, lo vuelve un accesorio de sí, la vida al servicio de la acumulación.


Recordemos que todo sistema de producción tiene su propia ley de población, en la entrega anterior hablamos del Ejército Industrial de Reserva, la pobreza absoluta niega la posibilidad que cada comunidad defina los valores de uso que le son benéficos y adecuados para su desarrollo. Esta condición de subordinación conlleva a que el consumo se convierta en mero consumo de subsistencia. El objetivo es mantener con vida, no al trabajador, sino al flujo de trabajadores que, generación con generación, le ceden su vida a la acumulación. El proceso vital humano, el proceso general de trabajo se reduce a un simple -pero fratricida- proceso de valorización.


Para el capitalista, este proceso de acumulación de riqueza depende de la depresión sistemática de los costos de producción, la fórmula es brutalmente sencilla: menores costos, mayores ganancias. El problema es que el trabajo es visto, por estos caballeros, como un costo mas, siempre estarán felices con disminuir los costos de los medios de subsistencia. Con la actual pandemia ha quedado claro que uno de los puntos débiles que han dibujado todo este escenario de vulnerabilidad tiene que ver con la alimentación. El consumo de subsistencia significa que se usarán los elementos más baratos para mantener con energía para el trabajo a los humanos, pero esto a costa de la calidad de vida de los mismos. El sistema inmunológico se desgasta con harinas refinadas, azúcar, químicos, pesticidas, etc. La gran tragedia es que estos subalimentos entran al cuerpo orgánico para convertirse eventualmente en simples ganancias especulativas, es decir, "riqueza" de baja calidad también: derivados financieros.


Es verdad que todas las comunidades (orgánicas, reales) necesitan un acopio, un excedente que permita sortear, además de los malos tiempos, la estructura natural que permite mantener la población que aún no puede trabajar y aquella que ha dejado de hacerlo. El sentido siempre ha sido la permanencia de la comunidad como un todo. Pero la tergiversación vino cuando ese acopio comunitario se convirtió en una bolsa de acumulación capitalista para beneficio de un solo grupo (cada vez más reducido). Es por ello que para recuperar el valor de uso, es necesario cambiar el rumbo de nuestras preocupaciones. No se trata de acumulación, sino de acopio social.


Debo confesar que la pandemia me mantiene optimista por el solo hecho que deja claro y manifiesto la grave problemática que ya no puede ni debe continuar. Ya no podemos regresar a esa "normalidad" del imperialismo financiero, es momento de asumir con sobriedad el espíritu del mundo en que vivimos. Cabe destacar una de las leyes de la historia: cuando un fenómeno o proceso sale a la luz con meridiana claridad para la mayoría de la población, significa que están dadas las condiciones para superar dicha condición. El valor de uso, los procesos vitales históricos y culturales volverán a la luz y el valor de cambio regresará a ser un proceso accesorio del proceso general de trabajo humano colectivo. El consumo de subsistencia habrá de convertirse en un consumo de existencia.





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